La Dicotomía del Género
Luna Issabella Erebos
Desde el inicio de las grandes civilizaciones, y con
ellas el nacimiento de la sociedad como tal, a cada ser humano se le asignó un
rol dentro de la misma. Dicho rol se dividió según el sexo del individuo, el
cual refiere a aquella condición de tipo orgánica que diferencia al macho de la
hembra, al hombre de la mujer. El rol de la mujer era, básicamente, la
reproducción y el del hombre la producción, esto quiere decir que la mujer
estaba designada a tener niños, cuidarlos a ellos, a su marido y al hogar, y
los hombres debían encargarse de llevar el sustento para su familia. Con el
pasar de los años y la evolución de la sociedad, estos roles fueron
flexibilizándose y ampliándose de manera lenta, especialmente el de las mujeres,
permitiéndoles así trabajar y desempeñar otras funciones; sin embargo esto no
significa que hayan desaparecido ciertos estereotipos ligados a lo que debe o
no hacer una persona según su género. A pesar de los grandes avances
evolutivos, los Roles de Género han truncado de alguna manera el avance de la
sociedad.
Pero, ¿qué es exactamente el Rol de
Género? Es un término asociado al concepto de género que tiene la sociedad, que,
de acuerdo con el Lic. E. Antonio de Moya, se refiere a lo que significa ser
‘‘varón’’ o ‘‘mujer’’ en una sociedad y momento histórico determinado. Establece
expectativas sobre cómo deberían actuar las personas de uno y otro sexo en
diversas situaciones. El Rol de Género, entonces, alude a las conductas que se
consideran adecuadas para hombres y mujeres en el seno de una sociedad, a los
deberes, expectativas y limitaciones que tienen y dichos comportamientos
dependen de la idea que la comunidad tiene acerca de la masculinidad y de la femineidad.
Sin embargo, estos roles no surgen de la nada, aunque no existen registros
históricos de cuándo la dicotomía empezó a ser tan marcada y, hasta cierto
punto, opresiva y consigo arrastra una gran maleta de estereotipos y
prejuicios.
En unas culturas más que en otras,
el rol de la mujer se limita solo al trabajo del hogar, su opinión,
razonamiento y voz no son escuchados, enmudecidas desde su nacimiento, cargan
con la tragedia de ser mujer hasta el día en que se vuelven polvo. Algunas de
estas culturas son regidas por determinados factores sociales o doctrinales, es
decir, son guiados por lo que sus creencias dictan. Un ejemplo de estas
doctrinas lo podemos ver claramente en diversos pasajes de la Biblia
–específicamente en el Antiguo Testamento– donde el rol de la mujer no es solo
el servir a su marido y a su casa, sino también el presentarse sumisa ante él y
aceptar su palabra, porque es ley. A pesar del gran avance sociocultural de
muchos países y pueblos, esto sigue viéndose: mujeres que al casarse deben dejar
sus estudios o sus trabajos porque no son cosas que deban hacer. Hoy en día,
aún con los logros que se han logrado en favor del sexo femenino, para algunas
personas ‘‘de la vieja escuela’’ está mal que las mujeres desempeñen puestos
importantes como CEO (Director Ejecutivo) de una empresa, o trabajos forzados
como albañiles, plomeras, mecánicas; que decidan no casarse o no formar una
familia. Y aunque puede llegar a sorprender, es aterradoramente real, que la
mayoría de los que ven con malos ojos esto son las propias mujeres.
Las mujeres no son las únicas
afectadas de manera tan negativa por el Rol de Género al que están sometidas,
los hombres por igual se ven encadenados a expectativas y estereotipos, algunos
un tanto ridículos. Como el Rol establecido para el sexo masculino es la
producción, la sociedad ve con malos ojos cuando un hombre decide hacerse cargo
del hogar o cuidar a sus hijos mientras su mujer trabaja, estar de
‘‘mantenido’’, que llore en público o que simplemente muestre sus sentimientos.
De cierta forma, mirándolo fuera de lo que siempre se nos ha enseñado de
hombres y mujeres, los hombres llevan la mayor carga en cuanto a los
estereotipos forjados alrededor del denominado ‘‘sexo fuerte’’. Si bien las
mujeres se enfrentan a la dureza del mundo laboral que está ‘‘destinado’’ para
los hombres, estos se enfrentan al hecho
de que de ellos se espera que sean el pilar de una familia, que sean el soporte
de sus esposas, que sean fuertes psicológica y físicamente y que no se dejen
avasallar por nadie; pero son humanos a final de cuentas y el Rol que les toca
desde su nacimiento puede, muchas veces, convertirlos en un Atlas, forzados a
cargar con el firmamento para que no se derrumbe. Para los hombres pareciera
que (como lo expresa la página definición.de en su artículo Rol de Genero)
vivir en una sociedad exigente y perfeccionista puede que sea preferible
encontrarse en el bando que ‘‘genera’’ menos expectativas.
Las expectativas que envuelven a los
géneros es, de manera llana y cruda, un invento del hombre para dividir más a
los hombres, pero a la vez algunas de las características de los Roles son
inventos nuevos que han mutado según los prejuicios han surgido en la sociedad.
Un ejemplo de ello está en que los tacones, un símbolo de femineidad en el
siglo actual, eran usados por los hombres y eran un sinónimo de masculinidad, o
el uso del encaje mayor mente por hombres, pertenecientes a la nobleza. Pero no
todo es sombrío, con la flexibilidad que se ha dado en los roles ha abierto una
brecha por la que poco a poco se pueden suavizar o enviar a un segundo plano,
no erradicarlos del todo, pues eso es un proceso mucho más lento. Proceso que
se puede iniciar desde los hogares, los mismos que inculcan y estigmatizan a
los niños nada más nacer con cosas que parecen sencillas a nuestros ojos, como
los colores que deben o no pueden usar según su sexo desde que dan el primer
respiro de la vida hasta que mueren, y en las escuelas; estos dos lugares de
gran importancia para el desarrollo de los niños son las bases del cambio de
mentalidad de nuestra sociedad. Sobre todo, no podemos olvidar, que no importa
el sexo con el hayamos nacido o el género que se nos haya asignado, podemos
cambiar las cosas, para mejor.
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